Un instituto científico vigila la resistencia antimicrobiana en Argentina desde 1986.

Muchos adultos piensan que con los antibióticos controlarán los síntomas de un resfrío, según revela un nuevo estudio, aunque la mayoría de los casos son virales y los antibióticos no combaten virus. Los latinos somos casi tres veces más propensos a usar antibióticos sin la intervención de un médico o a aprovechar los que quedaron de alguna enfermedad previa, de acuerdo con el relevamiento de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).

Utilizar antibióticos cuando es innecesario o hacerlo incorrectamente permite que las bacterias se vuelvan resistentes, lo que reduce la efectividad de esos medicamentos cuando se necesitan.

“La resistencia a los antimicrobianos es un problema realmente grave en Latinoamérica y en el mundo. En países con alto consumo de antibióticos, las bacterias son más resistentes”, señala la investigadora Alejandra Corso, jefa del servicio de antimicrobianos, de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud Dr. Carlos Malbrán (Anlis/Malbrán) de Argentina.

En 2013, a nivel global se produjeron 700.000 muertes atribuibles a la resistencia antibiótica, según la Revisión sobre la Resistencia Antimicrobiana (AMR, en inglés). “Para 2050, se esperan 10 millones de muertes atribuibles a la resistencia a antibióticos. Será la principal causa de muerte. Superará al cáncer. Morirá una persona cada tres segundos por resistencia a antibióticos”, advierte Fernando Pasteran, investigador en resistencia antimicrobiana también del ANLIS/Malbrán, el laboratorio de referencia regional de salud en Argentina y que cumple 100 años julio.

La Organización Panamericana de la Salud emitió una alerta epidemiológica ante la detección de microorganismos con mecanismos de resistencia a un antibiótico conocido como colistina, tanto en animales como humanos.

Argentina es el único país en América Latina que ha realizado un estudio sobre la resistencia a los antimicrobianos y que cuenta con un plan de acción a través de la regulación y fiscalización de la comercialización de antimicrobianos y el control de infecciones en establecimientos agropecuarios. Desde 1986 se conoce la tasa de resistencia antimicrobiana en este país. Actualmente, nueve de cada 10.000 habitantes adquieren superbacterias que resisten a los antibióticos más potentes disponibles. En Buenos Aires, la tasa es más alta: 40 por cada 10.000 habitantes.

“El problema de la resistencia de las bacterias no respeta límites ni posición económica o social. Es global. En América Latina nos debería preocupar lo que está pasando en China, Francia, Italia”, dice Corso.

El drama de la bacterias resistentes a antibióticos es un problema de alta complejidad. Básicamente, porque no es solo resultante de la automedicación indiscriminada e inadecuada. La industria alimenticia es una de las grandes responsables de esta situación.

“Hay antibióticos hasta en lo que comemos”, indica Pasteran. Según una estimación del Concejo Internacional de Información Alimentaria, un 80 % de los antibióticos que se utilizan en países desarrollados se administran a los animales de granja para estimular el crecimiento o como una precaución frente a posibles infecciones. China, Estados Unidos y Brasil son los países con mayor uso de antimicrobianos en animales.

Se consumen 6.000 toneladas de antibióticos en 18 meses, principalmente para engorde de pollos y aves de corral. Algo similar ocurre en la cría de peces de granja en la que el uso de antibióticos no está regulada. “Hay que exigir a empresas de productos alimenticios alimentos sin antibióticos”, indica Corso.

El gran problema radica en que las bacterias evolucionan resistencia más rápido que el desarrollo de nuevos antimicrobianos. El año pasado se anunció el descubrimiento de un nuevo antibiótico, la teixobactina, el primero en hallarse en 30 años y que aún se encuentra en pruebas clínicas.

Con bacterias cada vez más resistentes, muchas prácticas médicas cotidianas como los trasplantes tan sensibles a los rechazos se van a tener que dejar de realizar. “Estamos entrando en la era post-antibiótica. Cada vez es más difícil tratar infecciones bacterianas —dice Alejandra Corso—. Es inevitable la aparición de la resistencia de las bacterias. Solo podemos frenar un poco esa evolución tomando conciencia del problema e incrementar la vigilancia”.

Fuente: www.scientificamerican.com/espanol