Vivir sin pulso: la historia del corazón artificial

Dr Ricardo Szemat Daher Dr Ricardo Szemat Nikolajenko

Tener la tecnología y la medicina para proporcionar a un ser humano la facultad de vivir con una máquina dentro de su pecho. Bombeando sangre a 35 millones de latidos por año sin descanso alguno, conectado a una batería recargable, es uno de los milagros de la ciencia del siglo XXI. Las cifras americanas establecen que casi 5 millones de americanos sufren alguna forma de insuficiencia cardiaca, una condición que se caracteriza por la incompetencia de la “bomba humana” para impulsar sangre a los pulmones y al resto del organismo. De estos 5 millones apenas hay disponibles 2.000 corazones al año para trasplante.

Esta fascinante historia fue publicada en la revista “Popular Science” (Ciencia Popular) volumen 280 número 3 del presente año, donde destacan la labor de los doctores Bud Frazier y Billy Cohn, especialistas en cirugía cardiovascular del Centro Médico de Texas, en el desarrollo de una tecnología denominada LVAD, capaz de recrear la función del corazón, manteniendo la sangre circulando en el organismo 24 horas al día.

Este nuevo concepto según los especialistas, es la ruptura de uno de los pilares fundamentales de la vida; tener pulso es igual a estar vivo. Históricamente se reseña que la única posibilidad de mantenerse vivo con un corazón artificial era estar conectado a un compresor de aire que llena una bomba inflable dentro del pecho del paciente, el cual impulsa la sangre a los tejidos y a los pulmones. La desventaja de dicho dispositivo era que la calidad de vida de estos pacientes los limitaba a vivir encerrados en 4 paredes.

Hoy día la revolucionaria tecnología, consiste en un sistema de turbinas propulsoras conectadas al corazón fallido del paciente, asistiéndolo para impulsar la sangre, permitiendo un flujo continuo, con fluctuaciones cíclicas de presión por cada latido del corazón enfermo que resultan en un pulso indetectable al tacto.  Una de los efectos más sorprendentes de esta tecnología es que se evidenció que algunos corazones con insuficiencia, que tenían este dispositivo, eran capaces de sanar y volver a la normalidad, por regeneración de los tejidos, “es como colocar un yeso a un hueso fracturado” cita el Dr. Cohn en el artículo. Sin embargo hay daños irreversibles que solo pueden ser curados con la realización de un trasplante de un corazón nuevo.

 

Fuente: Popular Sciense. Volumen 280.3.2012.
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